Cambio de salvación

Ya no queda casi tiempo.
El reloj ya no es de arena
sino de hielo que se derrite.

Hemos creado un monstruo tecnológico, omnipresente,
que se alimenta de obsolescencia programada.

El coltán es un virus, que se extiende esclavizando en minas
y violando a niñas sin pudor e impunidad.
La sangre de un genocidio resbala
por teléfonos de gente
que mira indiferente una pantalla.

Y nosotros, camaleones,
cambiamos de apariencia para sobrevivir.

Despertaremos un día en el que no haya café por las mañanas.
Un día en que Nueva York sea una pecera
con sus torres como naves atracadas.
O las gárgolas de la sagrada familia gocen de la vistas de las góndolas atravesando las gargantas de Barcelona.

Esperamos un cambio inmediato que no puede ser;
como una capa de barniz es inútil sobre madera podrida y carcomida.

La educación, es la llave que abre o cierra la caja de Pandora.
El poder la controla a su gusto y al abrirla siempre se oye la misma frase;
“!Montate en el burro y no preguntes, no pienses, sé tú el burro.

Mira a otros burros las burradas que hacen, 
grábalos elógialos,
llévalos a cuestas como buen burro que eres.

Rebuzna, rebuzna 
y te daremos una zanahoria 
para que no te aburras!”.

Ya no queda casi ciudad, sólo restos.
Ruinas de un país que huye de la guerra.
Su equipaje, es una esperanza 
que no sabe nadar ni trepar vallas que dejan herida.

Y nosotros ahí parados, como cactus, 
por miedo a que toquen lo que no nos pertenece.

Ya no quedan casi botes.
La orquesta ya ha comenzado a tocar su melodía triste.
Quiero salvarme, pero antes debo encontrarme a mí mismo.
Las voces del mañana emitirán su grito.
Ha llegado el momento de buscar el equilibrio;
que la suma de momentos entre paréntesis,
sea igual a la energía y la fuerza
que nos lleven al resultado unívoco,
nuestra salvación.


Berlín






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